Pau Turina
Valeria Tentoni nació en Bahía Blanca, Argentina, en 1985. Es escritora y periodista. Es autora de libros de poesía y cuentos. Su última publicación es Viaje al fondo del río, con ilustraciones de Guido Ferro. Editora del blog de la librería porteña Eterna Cadencia, Valeria ama hacer entrevistas y es una periodista detallista y punzante. Conocedora del campo literario argentino, cree que definir a la literatura latinoamericana puede ser un peligro.
“Creo que ahí tenemos un peligro, que es que desde el hemisferio norte nos digan qué es lo latinoamericano. Quizás podríamos destruir cualquier hipótesis de definición, de etiqueta, porque cuando empezás a explicar qué es ‘lo latinoamericano’, dejás cosas afuera, como siempre que se hace una definición. En realidad, me parece que no necesitamos tanto definirnos. Necesitamos ser conscientes de la potencia tremenda que tenemos en nuestra literatura, que leyó muchas otras literaturas de otras partes del mundo. Especialmente en Argentina, hemos leído turcos, chinos, alemanes, ingleses, chilenos, bolivianos, mexicanos, vivimos haciendo traducciones, invitamos a escritores y a escritoras, hay una vivez por lo nuevo y por lo extranjero. Me siento muy orgullosa de ser latinoamericana, sea lo que sea que eso signifique”, dice en esta entrevista para Desmadres.
¿Cuándo empezaste a escribir?
Era socia de la Biblioteca Popular, en Bahía Blanca, y tuve una maestra muy buena en la escuela, la señorita Mirna. Nos daba ejercicios de comprensión lectora y nos hacía leer y reseñar, nos hacía preguntas sobre los textos. Encontré esos cuadernitos hace poco. Nos hacía escribir mucho, escribí muchos cuentos de chiquita, en esos momentos tenía mucha imaginación. En uno de esos cuadernos, el de segundo grado, digo que quiero ser escritora. Pero no sé de dónde lo saqué, no sé. Mi papá y mi mamá son abogados. Siempre escribí y me parecía muy natural hacerlo, no es que era una niña prodigio, sino que jugaba a muchas cosas y, entre ellas, escribía. A los once años, publiqué mi primer cuento en el diario de la ciudad, que tenía un suplemento para chicos. Me lo publicaron con la cartita que había mandado. A los doce años me puse a hacer radio con mis primos, un tío nos regaló una hora de radio los domingos. Era muy divertido, llevábamos los CDs, era todo muy feliz, inocente, muy lúdico. Creo que todo fue muy natural, entonces creo que nunca me puse a pensar cómo empezó. Después hicimos una revista, la fotocopiábamos, la pintábamos y la vendíamos en la puerta de la casa de mi abuelo en el verano. Y vendíamos pulseritas. La cuestión es que nunca paré de escribir. Pero nunca se me ocurrió que eso podía ser un oficio. No conocía escritores. Siempre repetía que quería ser abogada, mis papás lo eran, y por eso estudié Derecho, nunca se me ocurrió estudiar otra cosa. Pero tampoco nunca paré de escribir. Entonces cuando me vine a Buenos Aires dejé el derecho, y empecé a buscar talleres. Creo que lo que pasó conmigo es que simplemente no me detuve y no me detengo. No creo que tenga un don ni nada de eso. Sino que insisto, corrijo, y aprendo de maestros y maestras, como un lugar de la posibilidad.
¿Y cómo llegó el periodismo ligado a lo cultural y a la literatura?
Cuando estudiaba Derecho, me di cuenta de que quería escribir y de que tenía que aprender. Y con unas amigas, con las que hacía teatro, decidimos armar una revista literaria, porque lo que quería era entrevistar a escritores y escritoras. Entonces les pregunto cómo hacen lo que hacen. Leo los libros y les pregunto. En esa época me leía todos los libros de la persona que iba a entrevistar hacía mal las preguntas, pero había leído tanto que me respondían, y así fui aprendiendo. Sigo usando el mismo grabador y ahora me doy cuenta de todo el trabajo que me faltaba.
Dentro del periodismo cultural, hacés especialmente entrevistas. ¿Creés que es un formato periodístico que permite pensar junto a otros y otras?
Creo que la entrevista es un género hermoso, es un momento en el que dos personas se juntan en una intimidad muy automática, y en esa intimidad se ponen en riesgo. Cuando estás en riesgo, estás en la intemperie, en una zona de debilidad. La pregunta genera zonas de intemperie en un discurso, va performando la tersura de un pensamiento. Si la otra persona está dispuesta a que le hagan preguntas, está dispuesta a darte algo. Por supuesto que muchos entrevistados y entrevistadas no lo hacen, “casetean” y te dan la misma entrevista que le dan a la persona anterior. Por lo general estudio a la persona que voy a entrevistar antes, y si veo que es “casetero” o “casetera”, no lo entrevisto. Porque no me interesa hacer una puesta en escena. La entrevista lleva mucho tiempo, prepararse, hacerla y desgrabar lleva mucho tiempo, se tiene que justificar. Pero si la persona acepta y te acepta a vos en un estado de igualdad, porque sino no se produce la conversación, y se larga a pensar con vos, aparecen ideas que no conocías, y eso es una maravilla.
Escribís libros de poesía y de cuentos. ¿Cómo surge tu escritura? ¿Una imagen? ¿Una anécdota? ¿Y cuándo te das cuenta de que eso será un género u otro?
La verdad que no sé cómo los distingo de un género a otro. Identifico al personaje, puedo ver escenas, lo veo muy claro al personaje, puedo imaginar una historia. Igualmente se necesita tiempo para escribir, porque cuando escribís entendés más cosas del personaje. Creo que la idea viene ya con su cajita, pero no sé por qué. No es algo que domine o que pueda provocar. No es que me siento y puedo escribir un poema, un cuento o un ensayo. Los ensayos son remolinos de lectura, que en un momento encajan y me doy cuenta de que algunos hacen sistema,tienen un hilo de donde puedo tirar. Los ensayos siempre están provocados por la lectura, eso sí me doy cuenta. Entonces armo la pila de libros y voy por toda la casa con esas pilitas, ahora tengo tres pilitas esperándome. Escribo mucho y tiro mucho material, pero por lo general se generan ciclos de escritura. Me doy cuenta de que Furia diamante o Piedras preciosas fueron un ciclo y ahora estoy en otro. Son ciclos que se producen por las lecturas que hago, por las cosas que voy leyendo, las que van provocando esos ciclos, que puede ser un libro de poemas, un libro de cuentos, un proyecto de novelas o ensayos. Por eso a veces los libros salen muy seguidos en un mismo año. En ese sentido, acompaño a mis editores porque valoro mucho el trabajo que hacen. En Argentina hay miles de editoriales más grandes, más chicas, y eso no es así en todo el mundo. Es muy rara la situación en Argentina, porque somos un país con muchos problemas financieros, y hay países más ricos pero que no tienen la variedad de Argentina. Entonces la verdad no sé, quizás si yo pudiese controlar la escritura, no escribiría tanto.
¿Y ahora estás escribiendo algo?
Ahora tiene que salir un libro de poesía en Chile, que se llama Pirámide. Creo que en Argentina saldrá el año que viene, y también va a salir en México. Este libro lo empecé a escribir hace cuatro años. Tengo algunos cuentos pero no están cerrados y estoy trabajando en paralelo en un libro de no ficción. Y en una novela, pero le falta. En la pandemia escribí ensayos más que nada. Disfruto mucho el ensayo y creo que es porque me hace leer mucho. Quiero seguir leyendo con voracidad. Para escribir se necesita tiempo, un tiempo muy raro y muy libre. Escribir en el fondo es contracultural. Es una actividad muy improductiva, que te obliga a estar muy sola, en silencio, hacia dentro, es un mar embravecido porque nadie te puede asegurar que lo estás haciendo bien. Si tenemos crisis de sentidos todo el tiempo, con la escritura también, es pensar todo el tiempo qué estoy haciendo.
Tu último libro es Viaje al fondo del río. Es tu primera experiencia escribiendo y que haya otra persona ilustrando. ¿Cómo surge esta historia? ¿Cómo fue ese proceso de trabajo con un ilustrador?
Guido es genial; y también Clara, la editora, quien lo propuso para ilustrar el libro. Me gustó mucho trabajar en equipo, no estar tan sola. Guido le agregó matices, su propia personalidad, es también autor del libro y me encantó lo que hizo. Tengo muchos libros inéditos escritos para chicos y chicas, porque en un momento trabajé en una biblioteca en la sala infantil, leí mucho, y también tuve una oportunidad bellísima de leerles a nenes y nenas, que venían a las visitas guiadas a la biblioteca. Me encanta leerles, son maravillosos, responden a la lectura de un modo muy amoroso. Ahí entendí lo que implica un libro para un niño o una niña, que no tiene nada que ver con lo que implica para nosotros, los adultos. También habilitan un lazo muy profundo con el adulto o la adulta que les lee. El libro tiene otra potencia. Entonces siempre le tuve mucho respeto a publicar para ellos. Siento que cuando escribo para chicos soy otra. Yo también soy una niña, entro en un dial en el que vivo mi día a día y cuando escribo esos libros infantiles puedo ser eso que el mundo adulto castiga todo el tiempo, que no tolera, no soporta. Escribiendo libros infantiles puedo soltar líneas de pensamientos, de razonamiento, de imaginación, que en mi día a día tengo que estar limitándome. Es un mundo mucho más libre, más salvaje. En cuanto al libro, siento que todavía le falta interacción, porque salió en pandemia, no se pudo presentar, interactuar más con los niños y las niñas, la lectura de los chicos es muy honesta.
¿Cómo viviste haber ganado el primer lugar del premio Marta Brunet en Chile?
Es la primera edición del premio, pero la verdad no pensé que iba a tener tanta repercusión. Estoy muy contenta. Cuando me anoté no sabía quién había sido Marta Brunet, y resulta que es una escritora impresionante. No sé por qué acá no circula; ese es el gran descubrimiento. Escribió cuentos, novelas, ensayos, cuentos para chicos y no sé por qué no llegó. Pero después te pones a pensar que acá hay muchas escritoras, como por ejemplo Libertad Demitrópulos, que las están devolviendo a las estanterías; lo mismo Sara Gallardo, que estuvo descatalogada. Así con un montón de escritoras. Entonces no es de extrañar que encima ,si no era de acá, no la hayamos leído, esa fue mi gran sorpresa. Después, haber ganado me parece rarísimo, estoy muy agradecida. Chile me da oportunidades que siento que tampoco merezco, porque mi primer libro de poemas salió allá. Además, estuve leyendo los cuentos de Marta y son espectaculares, tiene personajes femeninos muy fuertes, me hizo acordar a Sara Gallardo, a Silvina Ocampo, y también cala hondo en la psicología de los personajes. Incluso tiene una novela,La mampara, que le publicó Eduardo Mallea, que era de Bahía Blanca, un dato muy loco. Una novela muy breve sobre un grupo de mujeres que conviven en una suerte de conventillo. Alfaguara publicó sus cuentos reunidos pero en Chile, todavía no llegaron a Argentina. Creo que por algo las dejaron atrás, eso no pudo haber sido inocente, eran demasiado buenas. Si una fuera a la biblioteca personal, incluyendo a todas estas mujeres que estamos devolviendo a su lugar, más de un libro de algún escritor varón reconocido quedaría afuera, por ser menos vanguardistas.
¿Ahora hay más espacio para recuperar las voces de esas escritoras invisibilizadas?
Tengo 36 años y con mis primeros libros no era como es ahora, eras una rareza en una mesa de varones, como la secretaria de Sofovich. Era muy desagradable y no fue hace tanto tiempo, fue hace diez años. Empezamos a darnos lugar entre nosotras y ahí cambiaron las cosas. Pero no nos estaban dando el lugar de pares, sino la frutilla del postre, éramos “las chicas de la editorial” o “ las chicas del catálogo”. No sé a qué venía la aclaración de que éramos mujeres. Hay que estar atentas al lugar en que nos ponen, yo no quiero que me encierren en una mesa de mujeres, yo soy escritora y quiero hablar en una mesa de literatura. En ese sentido, creo que tenemos cierta obligación de rescatar a estas autoras, ir a buscarlas, están ahí, son nuestras compañeras también.
¿Cómo observás el campo literario latinoamericano? Hay mucha producción y se publican muchas novedades.
Me parece un gran momento. Creo que siempre hubo diálogo entre Argentina, México y Chile, y a todo eso se han sumado otros países de habla hispana, con editoriales independientes, chiquitas, que apuestan. Es ahí donde se publican los primeros libros de los escritores y las escritoras que después los grandes grupos van a buscar. Es decir, lo más interesante. En cuanto a Latinoamérica, me parece un continente ebullente; ya quisiera el norte tener editoriales como las nuestras. Me consta que los escritores y las escritoras jóvenes no tienen este tipo de espacios que tenemos en Argentina, como la Feria de Editores. No existen. Y por eso también vienen tanto, existe la Furia del libro en Chile, pero en Argentina hay muchas editoriales independientes y también hay librerías independientes, de barrio, que es muy importante en la cadena de los libros. Al mismo tiempo, en México y en Chile tienen mejores becas de formación y quizás parten desde los 20 años con un mejor empujón. En Argentina cuesta más, hay becas pero son pocas. Sí creo que las editoriales independientes generan sinergia y eso genera mayor cantidad de personas escribiendo.
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Valeria Tentoni (Argentina). Es escritora y periodista argentina. Publicó los libros de poesía Batalla sonora, Ajuar, Antitierra y Piedras preciosas, así como los libros de relatos El sistema del silencio y Furia diamante. Es editora del blog literario de Eterna Cadencia, una librería bonaerense.