¿Cómo y por qué se crea una editorial? ¿Qué se modifica del catálogo a través de los años? ¿Cómo se establece ese catálogo? ¿Cómo se legitiman un autor o una autora? ¿Cómo crece ese catálogo y llega a otros países? ¿De qué manera se genera el vínculo con lectores y lectoras? ¿Cómo es el vínculo con el canon actualmente y qué es lo que legitima a la literatura latinoamericana actual? Estas son algunas de las preguntas que el editor chileno Nicolás Leyton responde a partir de su experiencia trabajando en La Pollera. La editorial, creada junto a Simón Ergas, se convirtió en un referente de la literatura chilena, y crece a buen ritmo en otros países de Latinoamérica. Actualmente, el equipo editorial incluye también a Daniel Campusano.

La Pollera surgió hace más de doce años en Chile. ¿Cómo fue esa primera etapa en la que se sentaron a pensar el catálogo? ¿Cuáles eran los objetivos editoriales en ese momento? 

La Pollera nace como una revista cultural con el foco de difundir la cultura de manera no especializada, es decir, alejándose lo más posible de la academia. Bajo ese “paraguas” se mantuvo hasta el día de hoy, aunque la revista fue desapareciendo. No nos sentamos a planificar el catálogo, sino que fue más bien un accidente a partir de la aparición de unos manuscritos de un escritor chileno llamado José Edwards. El primer proyecto incluyó tres libros suyos, y pronto nos dimos cuenta de que había otros autores patrimoniales disponibles para ser rescatados. Así, en sus primeros tres años, La Pollera se dedicó exclusivamente a la publicación de autores patrimoniales chilenos cuyas obras no estaban disponibles para los lectores. La idea era ofrecer cultura no especializada. Es decir, no hacer ediciones críticas, sino entregar al lector las obras tal y como son, sin grandes prólogos ni notas al pie, de forma sencilla y directa. Queríamos instalar el libro como un objeto de consumo más masivo, aun cuando esos libros que publicamos fueran más bien de nicho.

¿Cómo fue modificándose ese catálogo con los años? 

Después de esos tres primeros años nos embarcamos en un proyecto más vocacional: publicar narrativa contemporánea, autores vivos. Como no estábamos insertos en el mundo literario entonces, organizamos un concurso sobre la ley 20.000, la ley de control de drogas en Chile. No era una apología a la marihuana, sino historias de terror en torno a esta ley nefasta. De este concurso surgió Constanza Gutiérrez, a quien publicamos en 2014 con su libro Incompetentes, lo que abrió nuestra línea de narrativa contemporánea. A partir de ella llegamos a otros autores y poco después comenzamos también a traducir clásicos cuyos derechos estuvieran liberados, alejándonos del español ibérico y acercándonos al lector local. Publicamos a Mark Twain, a Erik Satie, a Jack London, a Ambrose Bierce. 

En 2019 contratamos a un editor y ampliamos el equipo para abrir dos líneas nuevas: una de no ficción narrativa y otra de divulgación científica, que hoy trabaja Daniel Campusano, que era editor de Penguin Random House, un editor de bastante experiencia en este tipo de textos. Lo interesante es que se generó un intercambio entre los lectores de estas dos líneas, creando una comunidad que ahora nos reconoce tanto por la divulgación de las ciencias como por nuestro trabajo literario. 

¿Qué elementos priorizan al momento de establecer un catálogo? Pensando en los distintos géneros que publica la editorial, desde crónicas a ensayos de divulgación científica, traducción de clásicos y literatura latinoamericana contemporánea, parecería todo un desafío.

¿Qué priorizamos? El texto y la experiencia de lectura. Queremos acercar al lector generalista libros que no tiene a disposición regularmente y hacer de esa experiencia de lectura algo agradable, por eso cuidamos mucho de la materialidad y del diseño. En 2012, cuando se decía que el libro se iba a acabar en los próximos meses prácticamente, decidimos seguir apostando por la materialidad de los textos, cuidando también el acceso a traducciones más amables para el público nacional y a autores patrimoniales que sí conocen, pero que no han leído. Priorizamos también que la gente pueda enterarse de temas científicos y temas complejos de la mano de grandes científicos, de manera fácil, sencilla y directa. No somos ni una editorial de vanguardia, ni de narrativas o literaturas tan experimentales, sino más bien orientada a un público general, cuidando siempre la calidad del texto.

¿Qué atributos creen que legitima una obra o un escritor o escritora en la actualidad? ¿Creen que difiere de años anteriores? 

Desde el auge del entretenimiento masivo y los contenidos bajo demanda, creo que los escritores deben capturar la atención de los lectores lo más rápido posible. La autenticidad y la originalidad se han vuelto atributos esenciales para destacar en una industria literaria saturada. Además, los autores tienen que estar dispuestos a trabajar su obra, a mostrarse, a trabajarse como autores y como escritores, más que esperar a que alguien los descubra. Tienen que salir a buscar a sus lectores también.

En ese sentido, ¿cuáles son los criterios que legitiman en la literatura latinoamericana actualmente? 

Los escritores se validan por tener algo que decir. Y eso a veces se entrampa con que hay muchos escritores que no tienen mucho que contar. Vemos mucha autoficción en ese sentido. El escenario editorial actual es propicio para dar salida a diferentes voces, sin necesidad de encajar en un canon estricto como antes. Hoy hay más espacio para la diversidad de voces, con la cantidad de editoriales que existen.

¿Qué opinión tienen sobre el canon y frente a la literatura denominada canónica? 

Como editorial, nacimos en el canon, con el rescate patrimonial de grandes autores: Gabriela Mistral, Juan Emar, Carlos Droguett. Creemos en el canon, pero también creemos que como editorial tenemos la responsabilidad de mantenerlo vivo, y el canon se mantiene vivo mientras haya lectores que puedan encontrarlo. 

¿Cuáles son los planes a futuro? ¿Cómo ven la proyección del mundo editorial a nivel latinoamericano? 

Queremos llegar a todos los países de habla hispana. En Argentina hemos realizado un trabajo durante más tiempo, ya que tenemos un calendario editorial propio, y aunque probablemente en países más pequeños no vamos a llegar de esa manera, sí nos gustaría ser capaces de distribuir nuestros títulos ahí. Hoy en día ya contamos con acuerdos de distribución en México, Colombia, Perú, España. En cuanto a la proyección del mundo editorial, por ejemplo, existen editoriales como Charco Press, que publica escritores latinoamericanos en Reino Unido, pero también los publican y los distribuyen en Hispanoamérica. En el fondo, la tecnología posibilita que uno sea capaz de hacer circular de mejor manera las obras.

¿Qué les interesa de otros proyectos editoriales? ¿O qué características poseen otros proyectos editoriales que admiren? 

Con tantas editoriales y tantas posibilidades para nuevos escritores, lo atractivo de las otras editoriales es su capacidad para poner el foco en algo que no habíamos visto antes. A veces uno se pregunta por qué no lo vio primero, pero también hay cosas que no son afines a nuestros catálogos. Admiramos a las editoriales que saben qué buscan, que se reinventan, que hacen cosas distintas y que logran vender sus libros y sus autores. Nos inspiran las editoriales que no se quedan quietas, que juegan con las mismas armas que los grandes grupos editoriales y que no se achican, sino que salen a disputar temas, a disputar lectores, espacios de exhibición y ferias.

¿Qué desafíos existen para la publicación de libros en Latinoamérica? ¿El trabajo con la distribución de los libros? ¿La construcción de nuevos lectores y nuevas lectoras? 

El desafío de la industria editorial mundial es la distribución de los libros. En Latinoamérica, que es muy grande, las distancias son muy largas y al mismo tiempo son mercados relativamente pequeños. El desafío es llegar al mayor número de lectores sin que esto implique costos, ya que mover libros es caro. Cuando los costos de distribución son altos, tus libros llegan muy caros y los lectores no tienen acceso a ellos. Otro desafío es acompañar los libros a otros países, es decir, no dejar al libro solo en ese mar de novedades. Para esto hay que volver al uno a uno, al librero, participar en ferias para interactuar con los lectores. Todo eso son, creo yo, los desafíos.

Cómo surgió La FuriaSimón Ergas

La Furia surgió en 2009 con pequeñas editoriales, muchas de poesía. En esos años, las editoriales independientes no tenían espacio, ni tanta confianza de las librerías, la prensa, el medio literario o los lectores, como sucede hoy. Eran un experimento, más allá de algunas pioneras que empezaron incluso antes del fin de la dictadura en Chile. Las editoriales eran muy chicas, la tecnología de la imprenta digital todavía no hacía libros de alta calidad, así que todo era muy nuevo. Por eso, un grupo de editoriales se juntó para compartir público, y así comenzó La Furia, que fue creciendo a la par de las editoriales independientes.

La Furia ha acompañado el boom de editoriales independientes y, en cierto sentido, se ha encargado de responder a sus necesidades. Al principio, el gran problema era la visibilidad: ¿Cómo hacer que sus libros llegaran más lejos, a las librerías, a los lectores? Hoy, las editoriales independientes ya no necesitan esa visibilidad que ofrecía la Furia, sino más bien vínculos. Por eso estamos trabajando para acercar las editoriales a las instituciones, a las bibliotecas públicas y escolares. También buscamos tener relaciones con los ministerios, por ejemplo, con el sistema de compras de libros del Ministerio de Educación en Chile. Cada año se postulan muchísimos libros y los bibliotecarios escogen qué libros se van a comprar para las bibliotecas, y ahí hay un lugar para las editoriales independientes. De lo contrario, esa bibliotecaria de una provincia al sur de Chile va a escoger un libro de alguna transnacional porque tiene un aparato de marketing que sí llegó a ella. Creo que La Furia tiene que dirigirse hacia allá, fortalecer esos lazos para llegar a muchos lectores que están esperando.

Nicolás Leyton (Santiago de Chile, 1985) es editor y docente. Trabajó como colaborador en medios escritos y como profesor universitario durante diez años. Desde 2010 es socio y fundador de La Pollera Ediciones, donde se encarga de gestionar y dirigir proyectos, así como de editar libros. Es encargado de Nuevos Negocios en el equipo de Big Sur, distribuidora de libros con sede en Chile y Argentina. También participa dentro del equipo de La Furia del Libro como encargado de internacionalización de la feria.

Pau Turina (Rosario) es comunicadora social y periodista especializada en literatura. Envía un newsletter sobre libros, “Lectora Voraz”, que ganó el premio Juana Manso por difundir la escritura de mujeres y disidencias. Coordina talleres de lectura, entre el que se encuentra “Disruptivas”, de narradoras latinoamericanas contemporáneas. Hace entrevistas en la revista Desmadres y realiza la prensa de la editorial chilena La Pollera. También escribió en distintos medios de Rosario, y en Rapto condujo un podcast sobre literatura rosarina. Junto a Belén Campero publicó Mapeo de lectura. De lo íntimo a lo colectivo, un cuaderno para hacer registro de lecturas y crear un camino lector con citas, preguntas y reflexiones. 

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