Martina Vidret
Los jóvenes de hoy en día distinguen demasiado el mal del bien. La corrección política, los likes, los memes, las relaciones abiertas, los feminismos, son algunos de los ejemplos de los temas que construyen la sobremesa constante entre aquellos que no llegaron aún a los 30. Para los nativos de la urgencia, que usamos el mail con la misma facilidad que Twitter, la literatura es un espacio híbrido, en donde conviven la poesía por Instagram y narrativas que vienen a marcar el canon de las próximas décadas. ¿Cómo interviene, en todo esto, ser mujer? ¿Qué marcas y autores acarrean las escritoras jóvenes latinoamericanas? Manuela Espinal Solano (Colombia), Julia Kornberg (Argentina), Susel Legón (Cuba) y yo nos encontramos para conversar sobre todo esto.
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Martina Vidret: Somos una generación entre: nuestra infancia fue analógica, nuestra adolescencia digital. Ser mujer cuando éramos chicas era un híbrido entre Jane Austen y Crepúsculo, y ahora tenemos la tercera ola del feminismo, con el modelo del amor libre, la libertad de género, la responsabilidad afectiva. ¿Cómo viven esto ustedes? ¿Coinciden?
Manuela Espinal Solano: Desde lo que yo he vivido, ser joven ha resultado en la soledad, aprender a lidiar con una soledad diferente, nueva. Una soledad en la que estamos con Instagram, Twitter, reality shows. Es una realidad hiperconectada y, al mismo tiempo, muy solitaria. Nos refugiamos mucho en estos grupos de interés, sea los culturales, los indígenas, los de derechos, los feministas. En muchas ocasiones estos discursos se quedan en la cháchara, en el hablar. El joven se ha relegado mucho, y se refugió en este tipo de grupos, al mismo tiempo en el que se separa de un montón de otras cosas: del encuentro físico, de la parte opuesta de lo que dice. Somos una cosa y cada vez somos más una célula más especializada.
Julia Kornberg: En la medida en la que nos volvimos más digitales, perdimos una dimensión física muy clara de lo comunitario. Una de las preguntas que me hago cuando escribo, o cuando pienso, es cómo construir comunidades, y cómo ciertas corrientes, que uno pensaría que son más progresistas o de izquierda, casi del Mayo del 68, pueden terminar atomizando las masas. Por lo menos en mi experiencia, hay muchos modelos que tienden a la atomización del vínculo. Por ejemplo, esto del amor libre, en donde tenés ciento cincuenta amantes, y terminás increíblemente solo. Eso me interesa mucho: replantearnos ciertos tipos de forma de comunidades sin plegarnos al ideal victoriano tradicional y medio pavote, ni tampoco terminar profundamente solos. Otra cosa que viene con eso es cómo podemos pensar formas de subversión o de cuestionar los mandatos heredados, de una forma consciente, historizada e imaginativa. Y cómo pensamos en nuestra escritura después de la inserción de internet en nuestra lengua, y en la forma de pensar la lengua.
Susel Legón: Yo vivo en Cuba. Nuestro contexto es totalmente distinto. Nuestro acceso a internet desde los teléfonos móviles, tener estas series de plataformas, llegar a todo eso, es posible desde hace solo cinco años. Creo que es curioso e interesante lo que decís, Julia. Me hace pensar que no es más que una evolución. Si bien es cierto que está esto de la soledad, que creemos que estar en una comunidad virtual nos hace pertenecer a algo, es cierto que bien utilizados puede promover buenas cosas. Vivimos en contextos muy diferentes. Nosotros estamos atrás de la conexión con el mundo.
Martina Vidret: Nuestra generación está marcada por ese acceso a lo instantáneo. Somos casi nativos digitales. ¿Creen que esta posibilidad de la digitalidad auxilia o frena la escritura?
Manuela Espinal Solano: Yo creo que es una distracción, como muchas otras que tenemos. Pero en cada época hay distracciones y diferentes motivaciones. Creo que en muchos momentos es nuestra distracción específica el mundo digital. Pero al mismo tiempo está lo que contabas vos, Susel, es un facilitador de las conexiones, de los encuentros, de la conversación en torno a la literatura, que es otra forma de estar “en pro” de la literatura. De conversarla, de discutirla, pero no necesariamente estar escribiéndola. La literatura no se mueve solo por la escritura. Yo no soy muy lectora de Wattpad y ese tipo de cosas, pero muchas personas llegan a la literatura por ese tipo de lecturas. O podemos no irnos tan lejos: los dispositivos como el Kindle hacen que la literatura cambie de formato. La literatura es la misma, pero está en diferentes formatos. La digitalización es una forma de llevarla a distintos espacios.
Julia Kornberg: Para mí, tiene que ver con qué tipo de textos querés construir. Mientras hablabas, Martina, me acordaba de dos escritores que tienen un celular con tapita: Zadie Smith y Slavoj Žižek. Zadie Smith escribe de una manera muy decimonónica. Ella cuenta que para escribir tiene que tener un silencio completo, el celular en otro cuarto. No tiene acceso a internet en su casa. Si leés a Zadie Smith, se siente un poco una novela de Dickens ambientada en el 2001. Eso me parece muy meritorio. Es una forma de escribir posible. A mí eso no me sale. En el momento de escritura es importante, para mí, tener el traductor, para encontrar las palabras a las que no tengo acceso del español y tengo que buscarlas en inglés o en alemán. Quizá querés describir la forma de una flor o la de una iglesia. En el siglo XIX, tenías que encontrar un libro de arquitectura que te describiera los espacios de una catedral. Yo lo encuentro en cinco minutos. Por otro lado, pensando en la cuestión del aislamiento, no solo en la pandemia, sino también en lo que mencionábamos sobre la soledad, quería preguntarles qué lugares o mecanismos de formación de comunidades encontraron.
Susel Legón: Yo estuve, en 2019, en un taller de narrativa. Fue la primera vez que coincidí con tanta gente de mi misma generación que estuviera escribiendo. Porque aquí se da el caso, el fenómeno, de que hay mucha gente joven escribiendo, pero no lees lo que escriben porque no hay manera de acceder. Existen editoriales que promueven el arte y la escritura joven, pero aun así estamos muy aislados, no nos comunicamos. No sabemos lo que hacen los otros. El paso por el taller me fue útil en eso. Conocí lo que estaba escribiendo mi generación.
Manuela Espinal Solano: Francamente, mi experiencia literaria fue siempre muy solitaria. Participé en talleres, busqué ese espacio. Para mí, leer o escribir siempre ha sido algo solitario. Creo que en mi escritura se ha reflejado ese carácter. Aquí hay muchos movimientos sobre la escritura o la lectura, ferias del libro. Pero, en general, se me hace algo muy solitario.
Martina Vidret: Soy fiel defensora de ir a talleres, de darlos, recomendarlos. Siempre se escribe con otros. Más allá de que esté físicamente o virtualmente al lado, siempre se escribe con otros. Hay algo del tipo de literatura que uno escribe que le puede hablar a la propia generación, a una clase social, a un país, a un género, a una orientación sexual. Algo siempre interpela. Y eso es lo esencial. Además, me encanta todo lo performático en la escritura. Compartir en el momento con otros, en slams o lecturas. No participo nunca, pero me parece hermoso que exista. Poder ir y escuchar a alguien leer lo que escribió genera comunidad. La escritura misma por Instagram, otra cosa que no practico y me da un poco de duda, pero tiene que ver con generar comunidad.
Susel Legón: Creo que tenemos la misma edad, ¿no? ¿Qué es lo que más les atrae? ¿Cuáles son las lecturas o autores que les motivan?
Martina Vidret: A mí me gusta mucho todo lo que tiene que ver con el lenguaje. Con romperlo, con hacer algo nuevo con la palabra y con la forma. Hay un libro que me encanta, de Perec, que se llama El arte y la manera de abordar a su jefe de sector para pedirle un aumento. No tiene comas. Es una sucesión de posibilidades a la hora de pedir un aumento. Una especie de Elige tu propia aventura, pero con todas las posibilidades juntas, no hay nada que elegir. Es lo que a mí me interesa hacer con la literatura: romper con el lenguaje, con la lógica. Y mi otro pilar de referencias tiene que ver con algo de lo sensible. Me surge Alessandro Baricco, y su novela Océano Mar, que está cerca de ser de las mejores novelas jamás escritas, o al menos de la que más me convoca en el momento. Creo que esos son mis dos referentes: el lenguaje y la sensibilidad.
Manuela Espinal Solano: A mí me gusta muchísimo leer contemporáneos, mujeres contemporáneas. He encontrado a Valeria Luiselli, que me encanta. Es eso mismo que encontrás, Martina, en Perec: formas de narrar que se corren de lo que nos enseñaron de inicio, nudo y desenlace. Esta mujer, en una novela, te mete diez mil historias paralelas, y todo tiene que ver con todo. Una historia robusta y circular en la que se juega con las formas, con los asteriscos, con un capítulo, con otro. Eso me gusta mucho, y lo encuentro en Luiselli. Asimismo, he encontrado otro tipo de escritoras, como Samanta Schweblin, que son cortantes, secas; las herederas de Cortázar. Alejandro Zambra o Daniel Mella. Buscar esas referencias para la propia escritura, aprender sus formas para resolver y descubrir mis propias formas.
Julia Kornberg: Creo que coincido con Martina en que la forma y el problema del lenguaje me importan muchísimo. En ese sentido, creo que hay un referente, sobre todo a nivel de la lengua y la sintaxis, en los escritores del neobarroco latinoamericano. Incluso, sin darme cuenta, terminaron siendo muy influentes en mi escritura; Perlongher, Copi, Puig. Un poco toda esa camada que desarrollo una lengua de lo maximalista, lo erótico y lo hiperkinético. Me resuena al lenguaje de internet y a cómo me acerco a problemas de la tecnología desde la literatura. Al mismo tiempo, creo que, si bien tengo impulsos maximalistas, muchos de mis autores favoritos son megasobrios: Borges, Sebald, incluso Bolaño, que a veces es más reservado y tiene eso tranquilo y paciente. Esos dos pilares, en términos de la forma son muy importante: lo maximalista y lo sobrio. Usando la dicotomía de Martina, de la forma y lo sensible, del lado de lo sensible me gustan escritoras mujeres, como Susan Sontag, Simone Weil, Elisabeth Harwick. Resueno con ellas en distintos niveles.
Manuela Espinal Solano: Justo estoy leyendo a Maggie O’Farrell, que me tiene embelesada. Tiene libros autobiográficos y otros ficcionales. Y quería preguntarles cómo están ustedes en su relato, qué y cuánto de ustedes está ahí.
Julia Kornberg: Mi primera intuición es siempre desaparecer detrás del texto. Digo que voy a escribir sobre x lugar, y son estos los personajes, y vamos a apartarlos de mi mundo lo más posible como para que el texto brille lo más posible por sí mismo. Y yo existo en otro plano. Es un ideal utópico que tengo y que no funciona. Hace poco hice mi primer experimento autoficcional, un poco desde el pesimismo, y lo que terminó pasando es que la experiencia no era lo que me interesaba narrar, sino cómo esa experiencia sirve para insertarse en un sistema de preguntas que me interesaba en ese momento. Y cómo el proceso de narrarse a sí mismo, o de narrar un diario, o de contar una experiencia desde lo tedioso, cómo tomarse el subte y ver a alguien tomando cocaína puede resultar satisfactorio en términos intelectuales. Creo que mi vínculo con la autoficción va por ahí, desde la reticencia y la fascinación absoluta.
Martina Vidret: El intento de separarse, de hacer una pura ficción, es un intento que siempre va a ser fallido. Siempre hay algo que uno va a poner, que pueden ser vivencias, el tono, una perspectiva. Siempre hay algo de uno. Me resuena Adriana Lestido, una fotógrafa argentina, que dice que las fotos que saca son un intento de ver lo que su ojo no puede ver. Hay algo más allá del ojo. Y para mí hay algo de la escritura que funciona de la misma manera. Ir más allá de lo que uno puede vivir o pensar, o de lo que uno puede. Y es siempre un intento fallido, no es que sea posible lograrlo. Pensaba en Didion, o los diarios: siempre hay ficción. Pensar que cuando uno lee el diario de Gombrowicz, o de Pizarnik, o cualquier poesía, pensar que ese yo es el de la persona que escribe, es un razonamiento falso en algún punto. Siempre hay ficción en lo aparentemente propio, y siempre hay algo propio en lo aparentemente ficcional. Pero me encanta cuando eso se disfraza, y nos terminamos creyendo que es Didion la que escribe, que es Pizarnik la que habla.
Susel Legón: A mí me gustan mucho las biografías, las autobiografías, los diarios, las correspondencias. Pero leerlas, no escribirlas. Al mismo tiempo, creo que cuando uno escribe o filma, siempre le pone algo de uno. Creo que las cosas que realmente funcionan, y lo que me ha conmovido a mí de lo que consumo, siempre tiene algo del autor. Estamos hablando de ficción. Se transforma, se cambia, usamos situaciones nuestras que dejan de ser de uno y comienzan a pertenecer al universo de lo que uno escribe.
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Manuela Espinal Solano (Colombia). Estudió Comunicación Social y Periodismo en la Universidad Pontificia Bolivariana. Publicó la novela Quisiera que oyeran la canción que escucho cuando escribo esto (Angosta Editores, Barrett, La Travesía Editora, Kindberg). Ha publicado en medios colombianos, como Soho, Arcadia y El Espectador. Es parte de la antología de cuento femenino de la editorial Virginia & Co, Colombia (2019).
Julia Kornberg (Argentina). Ha publicados Atomizado Berlín (Club Hem, Scaraboquio) y Los infiernos analógicos (María Susana). Colaboró con diversos medios literarios en Argentina (VICE en español, La Agenda, Revista Atletas) y en los Estados Unidos. Estudió literatura comparada en la Universidad de Buenos Aires y Sarah Lawrence College. Actualmente, realiza su doctorado en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Princeton.
Susel Legón (Cuba). Es egresada del XXI Curso de Técnicas Narrativas Onelio Jorge Cardoso. Obtuvo el Premio de Cuentos César Galeano en 2019 con el cuento No pasa Nada y el Premio El Árbol que Silva y Canta en 2020 por el cuaderno de poesía Contumaces. Actualmente, cursa el primer año en el perfil Edición en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños (Cuba).