Hinde Pomeraniec, Delfina Migueltorena, Dainerys Machado, Fabio Morábito, Ana López, Horacio Convertini, Natalia Porta López, Armando Alzamora, Orlando Echeverri Benedetti, Jorge Carballo, Mónica Bustos, Diego Golombek, Mariana Torres, José Pérez Reyes, Eduardo Porretti, Betina Barrios Ayala, Inés Bortagaray y Maritza M. Buendía.
Busco una historia, una lengua propia, personajes que se queden conmigo. Busco un modo de contar, sorprenderme con algunos procedimientos o refugiarme, a veces, en una prosa clásica y elegante. No quiero encontrarme con frases hechas, barroquismo mal entendido, malas copias de grandes obras. Por último, y en sintonía con el pensamiento y la obra de Svetlana Alexievich, cada vez más seguido encuentro lo que llamamos novela en la Historia con mayúsculas y tiendo a ver que en algunas historias de vida se esconden novelas fabulosas y poco conocidas. Los géneros también se deconstruyen.
Hinde Pomeraniec
Hace ya varios años, cuando cursaba el tercer año del secundario, una profesora afirmó que un buen libro siempre cuestiona. A partir de ahí, entendí lo que esperaba cuando leía, que era eso que mi lápiz siempre estaba dispuesto a subrayar: una pregunta. Para mí, una buena novela es la que te despierta dudas, la que te vuelve menos inocente, no solo como lector. ¿Y una mala novela? Hay que escapar de la comodidad, de esos libros que parecieran estar escritos para darnos la razón. Pienso en la obra de Venturini o de Harwicz, escritoras que no subestiman, que no dan concesiones. Ese tipo de búsqueda es la que me interesa encontrar, las que rasguñan más allá del límite establecido y llegan a lugares, a veces oscuros, pero siempre interesantes.
Delfina Migueltorena
Prefiero novelas protagonizadas por personajes imperfectos, no imperfectos en su concepción literaria, pero en su forma de actuar; protagonistas veraces, diría. Sigo eligiendo las de estructura más clásica: introducción, clímax y desenlace, aunque las partes no estén en orden. Prefiero no encontrar autores ni autoras demasiado enamorados de su prosa, mucho menos de sí mismos. Detesto la autorreferencialidad excesiva, en la vida y también en las novelas. Si la trama tiene algún giro que realmente me sorprenda, entonces es posible que relea el libro o lo reseñe.
Dainerys Machado
No me gusta cuando el novelista hace dos cosas (no necesariamente juntas):
-Alardear.
-Administrar su material.
Alardear: hinchar la historia con una gravedad, una hondura y una audacia que la historia, en realidad, no tiene, pero que podría tener si el novelista la dejara respirar a sus anchas, en lugar de imponerle una serie de significados y de efectos que él considera esenciales para el logro de su obra. En resumen: falta de humildad y escasa confianza en los poderes de la escritura.
Administrar el material: ocurre cuando el novelista no confía en su historia, o mejor dicho, teme que no le alcanzará para una novela, y entonces, para aumentar el número de las páginas, dosifica lo que tiene: conjeturas sobre esto y sobre lo otro, que a él le suenan de una importancia escalofriante y son solo soporíferas; divagaciones que juzga brillantes y son, en realidad, harto pedantes; diálogos alargados que dizque sondean el alma de los personajes y solo sondean la paciencia del lector. En resumen, otra vez escasa confianza en los poderes de la escritura y falta de ese mínimo arrojo (empiezo a escribir, luego veré qué me depara la suerte) sin el cual nada notable puede darse.
Nota: el que la palabra libro haya sido reemplazada cada vez más por la de proyecto (“¿En qué proyecto andas ahora?”, “Tengo tres proyectos en marcha”, etc.) es en mi opinión una de las causas de lo que digo arriba. La palabra proyecto, con su significado de algo incierto e indeterminado, es a priori una coartada para el eventual fracaso de la obra emprendida. Rehúye, de hecho, la idea de fracaso. Es un proyecto, esto es, una tentativa, una propuesta, un planteamiento, no un resultado. Con ello evita enfrentarse a nociones como lo bien hecho, la belleza y el encanto, que pertenecen a la esfera del resultado, del valor artístico de una obra, ahí donde se decide si algo valió la pena o no que viera la luz.
Fabio Morábito
Creo que, sin una historia consistente, no hay novela, pero tampoco hay novela si no hay un trabajo cuidado de escritura, cualquiera sea su naturaleza. A la vez, si no hay una preocupación sobre la construcción del ambiente (eso que te deja “del lado de adentro de la ficción”), me resulta complejo pensar en una buena novela. Por eso, en mi opinión, en una novela perfecta se tiene que dar un equilibrio entre trama, estilo, intimidad. Claro que también hay grandes novelas que lo son solo con un golpe de estilo. Pero se pueden contar con los dedos de una mano. Lo que no espero encontrar en una novela es oportunismo: esas historias que juegan al borde de ser un emergente de época, pero que, en realidad, son una suerte de estafa.
Ana López
Busco una buena historia, bien contada. Es decir, trama y forma. No concibo una sin otra. Las proporciones de la ecuación no dependen de mí, sino del autor. Soy, en ese sentido, un lector flexible. El género influye poco en mi elección, de tal manera que la novela puede ser de ciencia ficción, policial, social, histórica o un híbrido. No quiero encontrar a un autor cuya voz se impone a la de sus personajes. Un autor que quiere demostrarme cuán culto y leído es. Una trama resuelta a los ponchazos. Un manual de autoayuda. Un panfleto político. Un discurso moral. Jueguitos onanistas de lenguaje. Las costuras de un texto hecho para vender afuera o quedar bien con los temas del momento. Que me hablen del aquí y ahora como si en vez de una novela estuviera leyendo un diario.
Horacio Convertini
A veces, leo por trabajo, para reseñar, para ver si una obra puede de ser de interés para alguien que amo, para mis colegas, leo mucho para otros y otras. Pero cuando leo para mí, por la sola libertad de habitar un mundo de novela, busco lo que reconocía Borges como “la finalidad permanente de toda literatura es la presentación de destinos”, es decir, buscamos saber cómo se las arregla este personaje en esta situación, qué cosas dice, cómo las dice, qué presagios se cumplen cuáles no. ¿Es una manera algo ingenua de leer? Es una de las pocas actividades en las que me permito esa inocencia, ese sosiego, o todo lo contrario.
Natalia Porta López
Lo que busco en una novela no es tanto una buena historia per se, sino una historia que, aunque sencilla, esté bien contada y eluda el lugar común. En otras palabras, siempre espero que el novelista en cierta medida niegue sus antecedentes, que sea más provocador que literario, que proponga una fórmula narrativa novedosa que pueda servir a otros escritores como una herramienta para subvertir el código novelístico imperante. En contraposición a esto, lo que no deseo encontrar en una novela son dos aspectos puntuales: primero, una forma narrativa poco osada (por ejemplo, la autoficción peruana); y segundo, una innecesaria pretensión intelectual (como tantos pésimos imitadores de Bolaño).
Armando Alzamora
Tal vez, lo primero que me cautiva o desanima de una novela es la atmósfera que plantea. No me refiero simplemente a las características estéticas del espacio en que se desarrolla la historia, sino al clima que propone implícitamente la forma de la narración. Supongo que se trata del equilibrio que debería existir entre la forma y el contenido. Yo diría que ese equilibrio está planteado virtuosamente en Zama, de Antonio Di Benedetto. Las primeras páginas de la novela te zambullen no solo en una selva física: también hay una jungla espiritual, la del hombre que espera, que lucha para conservar la dignidad y no perder la razón. Entiendo, en ese sentido, que toda novela es una promesa que solo se cumple en la medida en que uno quiera volver a ella.
Orlando Echeverri Benedetti
Busco un golpe. Una cachetada de esas que despeinan. Que hacen que haga falta reacomodar las fichas para poder avanzar. Un hueso que haya que roer para poder llegar al centro, al tuétano, que luego se disfruta tanto. Y que yo entienda que esto es así en las primeras dos páginas. No detalles absurdos que se acumulan y dan lo mismo si existen o no, que son dichos con una liviandad que luego puede ser disfrazada de recurso. Busco un texto donde la forma de narrar, y no lo narrado, sea el protagonista. Una actualización de las maneras de contar algo que ya conozco. Un juego de lenguaje, no solo una anécdota. No busco al personaje con que muchos se puedan sentir identificados, ni el lugar que se puede visitar. Busco lo que no puede ser transformado en audiovisual, o que, al menos, cueste hacerlo (y posiblemente salga mal).
Jorge Carballo
Éxtasis. Cuando leo una novela quiero alcanzar un estado de éxtasis, llegar a ese lugar en donde el escritor se desvanece y su voz se vuelve nube o gas. No pido que toda la novela esté sobre un pico, pero quiero uno, dos o tres momentos en las que el libro se deshaga en mis manos y se me quede la idea. No estoy interesada en autoficciones sin visión, ni alma, a mí dame un texto con vida propia, con las tripas colgando, pero que respire. No me interesan los giros de tramas, eso me da igual; a lo que voy es que me aburren los trucos infalibles, lo que yo busco es un viaje al que pueda embarcarme mil veces y sentir que caigo o vuelo en sus diferentes curvas.
Mónica Bustos
Lo que busco en una novela, seguramente, sea algo muy parecido a la adicción; no poder parar, robar horas al sueño, a la comida, al choripán. Odiar que termine y hacerme trampas para no llegar al final. Coralismo, aunque sea unipersonal. Y no quiero encontrar galerazos de mago, inconsistencias, aburrimiento, ni reconocerle las costuras al autor, que debe sabiamente esconderlas con zurcidos invisibles.
Diego Golombek
Las novelas que busco son las que están vivas, las que, al ser leídas, te atraviesan porque la historia tiene resonancias y ecos dentro de tu cuerpo. Las sensoriales y vívidas, las que trasladan al lector a vivir allí. De las que no quieres salir, las que te duele que se terminen. No me gusta encontrar explicaciones de más, pero tampoco palabras de menos; cada novela es un equilibrio perfecto de lo que necesita y de lo que sobra, y cada una debe saber encontrar su extensión, bien sea breve o bien todo lo contrario.
Mariana Torres
Encontrar algo que haga pensar o imaginar, que muestre otros senderos que recorrer en su viaje verbal, ir explorando el lenguaje. No encontrar cartelitos con guías forzadas de autoayuda, ni tips de éxito ni zombis empoderados.
José Pérez Reyes
Busco un mecanismo de traslado a otra realidad que me haga reflexionar sobre universos alternativos (en mi vida y la del personaje). Información inicial sobre un oficio o una región (como en la novela histórica). Pero, promediando el texto, busco estar envuelto en una suspension of disbelief, alla Coleridge. Una escritura continua que marque mi ritmo de lectura, una técnica literaria que construya la narración con parsimonia y capte con eficacia la voz de los personajes. El humor negro (Jean Echenoz), el contexto inusual (Stanisław Lem) y el registro melancólico (Richard Yeats) son siempre bienvenidos. No quiero encontrar experimentación fatua, nudos narrativos forzados, desorden formal y desplazamiento protagónico del escritor sobre el texto.
Eduardo Porretti
Quisiera encontrar una historia musical, conmovedora; mas no artificial. Lo que me interesa es lo vivo más auténtico, con toda su verdad multiforme, cambiante y errática. No busco construcciones basadas en supuestos ideales.
Betina Barrios Ayala
Busco entrar a una novela como quien entra a un planeta que habitará por un tiempo. Conmoverme. Descubrir que ese personaje que lo comanda se me ha adherido y ahora ya no sé bien quién soy, ni estoy segura de las cosas que sé. Pegarme al personaje o a la pandilla, sentir amor o sentir odio. Abismarme entre sus contradicciones. Aventurarme en esa épica chiquita o inmensa de esas criaturas, en los modos de ser y de hacer las cosas, en el deseo, la ilusión, la furia o el espanto. Explorar las coordenadas, el paisaje emocional, llegar a creer que todo eso también es mío. Cuando llega la despedida y devoro las últimas palabras y cierro el libro, me gusta extrañar lo que he visto y vivido, que las imágenes y las experiencias me sigan acompañando en un mundo que ahora se me ha vuelto más ancho. Qué no quiero encontrar en una novela: admonición, aleccionamiento, proselitismo, moralina, tedio.
Inés Bortagaray
Busco la belleza. Soy una cazadora de bellezas. A pequeñas dosis, a cucharadas, no importa. Anhelo el asombro, la falta de aliento, el arrobo, la fascinación por las palabras. Me interesa el lenguaje y su virtud transformadora, el acto estético y su poder vinculante. Estoy convencida de que una verdadera novela tiene la obligación de religar a sus lectores con el mundo de las cosas (la realidad) y con el cosmos… No quiero encontrar una novela carente de brillo. Detesto las novelas descuidadas o mal escritas.
Maritza M. Buendía